Habitación 502 de Carla Marpe

¡Buenas tardes!

La entrada del blog de hoy se corresponde con la opinión de un historia que llevaba tiempo entre mis 
pendientes pero que, ocupada como estoy entre viajeros, colaboraciones y pasada de filtros varios para el premio literario del que soy miembro del jurado, tuve que ir posponiendo.

Hasta que me lanzaron un reto. Y ahí, que a mí no me cuesta nada picarme, necesité el acicate que me estaba faltando para ponerme con su lectura.

Por todo ello - y porque no me gusta ir apurada hasta el último momento - no me voy a entretener mucho más en la parte introductoria del blog y os dejo con la sinopsis y mi opinión de Habitación 502 de Carla Marpe:

SINOPSIS


Todos, en algún momento, hemos deseado aquello que no podemos tener.
Lo malo es cuando ese deseo nos lleva a cometer una locura que, por si fuera poco, utilizamos como vía de escape para romper con nuestra «vida perfecta».
Familia.
Apariencias.
Decisiones.
Y un secreto.
Me llamo Ruth Casals y así es como llegué a la habitación 502.


OPINIÓN

Antes de comenzar con la opinión propiamente dicha, voy a hacer un par de comentarios que pienso que la historia merece aclarar.

El primero es que, si bien el título puede llevar a equívocos, no es la segunda parte de la habitación 501 y, si bien hay apariciones de personajes de la novela precedente, personalmente tampoco lo consideraría como parte de la misma serie. En mi caso, creo que pega mucho más decir que es una especie de spin-off dentro de la propia serie cuyo escenario común es el hotel.

Y el segundo, y esto es ya una broma más del tipo personal entre Carla y yo - de ahí que es bastante probable que no entendáis lo que quiero decir - cuando comencé a llamarlo de manera cariñosa torcidito, jamás pude haber adivinado cuán acertada estuvo mi descripción porque... si hay algo por lo que Ruth se caracteriza es por ser la línea torcida - que no la oveja negra o descarriada - de su familia, al ser el único miembro que no ha decidido plegarse - por completo - eso sí a los deseos de sus familiares.

Con Ruth, la autora lo que realiza es un fiel reflejo de nuestra sociedad contemporánea porque, en numerosos casos, el día a día y nuestras vidas cotidianas ocupadas han ido encorsetándonos y creando seres humanos cada vez más insatisfechos, tristes e infelices. Que en numerosos casos perpetúan una serie de acciones, roles y valores característicos de la misma, no porque eso les produzca algo de satisfacción, sino porque cumplen con lo que se espera de nosotros mismos.

Casi podría decirse incluso que somos seres enfermos. De ahí que los dolores que ella siente en determinados momentos de la novela, en mi opinión son pequeños avisos en forma de mini ataques de ansiedad. Una señal de alerta que le estaba enviando su propio cuerpo acerca de que no estaba bien, ni física ni mentalmente. Y por tanto, debía cuidarse más. Debemos escuchar a nuestro cuerpo cuando nos habla porque será nuestro casero de por vida y no conviene que nos haga la vida imposible.

Pero ojo, si pensáis tenerle lástima o compasión, os digo que estáis muy equivocados porque, con su empeño en ser periodista y alejarse así de profesiones con más tradición en su familia y en el ambiente en el que se ha criado, lo que está demostrando es que, de blanda nada y que tiene un carácter y un mundo interior mucho más desarrollado y fuerte de lo que podría pensarse a priori. Si bien es cierto que está rodeada de personas con un carácter tan arrollador y sobresaliente - no siempre en el buen sentido de la palabra - que por ello tiende a pasar más desapercibida.

Este recordatorio tan evidente de que debemos ser siempre nosotros mismos y buscar nuestra propia felicidad es uno de los temas que más se repite a lo largo de la novela y que más me ha gustado. Sobre todo porque desmitifica dos conceptos que suelen estar asociados y que son incorrectos como son: el amor propio y el egoísmo.

Buscar el amor propio no es ser egoísta, al contrario. En mi opinión, es uno de los modos en los que mejor se puede demostrar el amor hacia los demás porque, si no te quieres, valoras y respetas a ti mismo, difícilmente vas a ser capaz de querer bien a las personas que te rodean y lo que sí que se va a generar es un clima de tristeza, hastío e infelicidad alrededor nuestro.

Por eso, desde aquí, os animo a ser un poco más egoístas con vosotros mismos para alcanzar que cumpláis vuestros sueños y podáis así, alcanzar vuestra propia felicidad.

Es una novela breve, sí. Pero de nuevo, no os confiéis de su número de páginas porque demuestra que, los frascos pequeños conservan un buen perfume. Y por eso, este libro breve que me duró un rato, encierra otros muchos temas susceptibles de ser debatidos y analizados.

Así, me ha gustado mucho el realismo con el que Carla describe a la familia porque la relación no es del todo fluida entre sus miembros. Si bien tengo que decir que uno de los motivos por el cual esto es así no lo vi venir de ninguna de las maneras y me dejó flipando en colores fluorescentes. Pero ya, a toro pasado, si el lector se fija bien y sabe leer entre líneas, puede darse cuenta de por dónde van los tiros.

La paternidad es uno de los temas que se tratan por tanto desde diferentes puntos de vista. Por supuesto, no existe una paternidad o maternidad perfectas, al contrario, es bastante difícil hacerlo bien porque cada persona es un mundo. Pero sí que conviene recordar que cada uno de nuestros hijos es diferente al otro y que estandarizar y generalizar el mismo tipo de educación para todos es un error cometido. Bastante común además.

Relacionado con esto también está el tema de las comparaciones entre los diferentes vástagos. Es innegable que siempre habrá un hijo preferido para cada uno de los progenitores, pero recordarlo y hacerlo patente remarcando y haciendo énfasis en las partes débiles y/o las miserias de los demás, no me parece tampoco que sea el mejor modo de educarlos o de demostrarles el afecto. Al contrario, lo que provoca es la contribución a una sociedad cada vez menos empática y más competitiva. Y aquí es la relación pelín tirante - correcta diría mejor - que mantienen Michelle y Ruth la que mejor lo describe.

Por último, y relacionado con este tema la autora entra de lleno al trapo del tema sobre la maternidad o no en nuestra sociedad actual. En primer lugar, si una mujer no desea madre no es menos mujer que otra que sí quiera serlo o lo haya sido ya y hay que respetar ambos puntos de vista. Del mismo modo que las personas cambiamos y evolucionamos y que ese instinto maternal del que se renegaba tiempo atrás, puede aparecer cuando menos se le espera o cuando se tiene al lado a la que se piensa que es la persona correcta. Y tampoco hay por qué criticarlo.

Y en segundo lugar, recuerda que tener un hijo no es una decisión que deba tomarse a la ligera. Al contrario, conviene meditarla muy y mucho porque es una responsabilidad de por vida. De ahí que, de nuevo, el respeto hacia las opiniones de uno y otro lado hayan de respetarse y no criticarse o incluso intentar forzarse a cambiarlas.

Otro aspecto que me ha gustado mucho de esta novela es que, de nuevo, empodere a la mujer a través del sexo y de la sensualidad porque incluso a día de hoy por increíble y por increíble que pueda parecer, el sexo cuando está asociado a una mujer no suele ser por una buena combinación de términos. Advirtiendo como siempre que hay que saber distinguir la realidad de la ficción y el mundo de las fantasías con el de la realidad. Por eso, no debemos idealizar o endiosar a nadie porque si lo hacemos, corremos el riesgo de que nuestras expectativas nunca se alcancen del todo y terminemos siendo nosotros los insatisfechos y tristes. Otra vez. 

De ahí que un modo muy sutil e inteligente, Carla critique el machismo que permanece muy presente en nuestra sociedad. Aunque también aparece más claro en los personajes de Martín y en el de su padre, con pequeños comentarios micro machistas que no vienen sino a reforzar mi anterior argumento. Y son precisamente esos comentarios a los que hay que poner freno directo.. a riesgo de que se perpetúen e implanten en nuestro sistema cerebral y los consideremos válidos y normales, cuando no lo son.

Por supuesto, de nuevo vuelve a hacer alusión y critica uno de los aspectos y problemas más típicos de nuestra sociedad como es el de la comunicación. O mejor dicho el dela falta de la misma porque, con la sucesión de acontecimientos de la misma queda más que confirmado que, hablando se entiende la gente y por eso, que buena parte de los malentendidos y problemas que nos acontecen en nuestro día a día pueden solucionarse con una buena charla. Junto al hecho de que sí, hay drama, pero en su justa medida y que no hay sobreactuaciones o dramatismo en exceso - creedme que tampoco hubiera sido criticable visto lo que pasa - esa normalidad y realismo convierten a esta novela en un pequeño frasco de perfume valioso que querer conservar de lo bien hiladas y narradas que están palabras, oraciones y capítulos.


Además, Carla vuelve a sorprender jugando con el lector quien, de antemano sabe que se juega con el cliché de sacar al personaje principal de su zona de confort como hizo en la novela anterior. Pero aquí lo hace de un modo diametralmente opuesto, convirtiéndola así en una novela de lo más interesante.


No puedo concluir este post tampoco sin hacer mención a otros dos juegos de palabras y verdades evidentes al mismo tiempo escondidas entre sus páginas como son las siguientes frases, que a su vez están relacionadas entre sí. No podía ser de otra manera dado el círculo perfecto y el hilo argumentativo tan cerrado de esta historia:


- No hay más ciego que quien no quiere ver, así que la importancia de la máscara real y metafórica está muy bien traída y muy bien desarrollada.


- Y en segundo lugar, es cierto que el amor ha de demostrarse con palabras, pero también con hechos. De ahí que haya preguntas y acciones con las que se demuestra este sentimiento y la preocupación hacia la persona amada de un modo mucho más sutil.
Solo hay que tener los ojos bien abiertos y estar bien pendiente a ellos.


Seamos más aperturistas y menos snobs, con nosotros mismos. Pero también con los demás.


Creo que ha quedado claro que he quedado sorprendida, pero que me ha gustado mucho ¿no?


¿Y vosotros? ¿Os arriesgáis a descubrir qué secretos esconde la habitación 502?


¡Nos leemos pronto!


PD: Huelga decir que quiero que haya, al menos un par de habitaciones más.

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