La luna en tu mirada de Laura García Martín

¡Buenos días!

La entrada del blog de hoy se corresponde con la opinión de uno de los libros viajeros que ha llegado a 
mi casa en estos días y que, como se me han juntado varios a la vez, tengo que comentaros que, esta introducción será recurrente en las entradas.

Sin embargo, como esta entrada tiene muchos puntos a tratar y a desarrollar, prefiero no entretenerme mucho más en la parte introductoria de la publicación y por eso, prefiero dejaros con la sinopsis y mi opinión de La luna en tu mirada de Laura García Martín:

SINOPSIS

Alexandra creía firmemente que el concepto matemático del tiempo era una gran mentira. Los minutos podían ser algo efímero o podían ser eternos porque estaban hechos de goma elástica, todo dependía de cuanto estirases de ella. A veces cuando los tensabas demasiado la goma se escapaba y te daba un latigazo justo en el centro del corazón. Ella llevaba once meses confirmando segundo a segundo esta hipótesis. Jon creía firmemente que la duración de cada instante era inversamente proporcional a cuanto estabas disfrutando del momento. Jamás llevaba reloj porque no soportaba tener algo en la muñeca recordándole que la vida se escapa irremediablemente, la vivas o no. Llevaba casi un año sobreviviendo en días de veinticuatro mil horas fotocopiados en escala de grises. Alexandra había decidido dejar de dormir, la asustaba demasiado la idea de soñar de nuevo, Jon se había acostumbrado tanto a las pesadillas que ya ni siquiera le daban miedo. Pero una noche en Berlín fue suficiente para constatar que la vida como el agua de un rio siempre vuelve a su cauce, un beso en Londres les hizo recordar que no importaba si se paraba el tiempo o estallaba el mundo, una mirada en Vilaboa, un abrazo en Los Ángeles, una sonrisa en Lloret de Mar, una promesa en Das… Si el amor no es la respuesta, quizás el destino no está haciendo la pregunta correcta, tal vez la única forma de ganar al fracaso sea plantarle cara al azar y tirar uno mismo los dados, sin escudos, sin arneses, sin chalecos salvavidas… Porque si el amor no es suficiente entonces nada bastará.

OPINIÓN

Antes de comenzar con la opinión propiamente dicha, he de decir que este es el segundo volumen de la trilogía de Jon y Alexandra y que esta no es autoconclusiva en cada entrega. Al contrario, la historia se desarrolla en cada volumen, así que, si no habéis leído la anterior... vais a conocer muchísimos spoilers.

Ese es también el motivo por el cual los personajes que nos fueron presentados en la entrega previa, continúan teniendo su cuota de protagonismo por aquí. Pero además, repite dinámicas tales como que los títulos de los capítulo sigan siendo constelaciones de estrellas celestiales, pero que recuerdan, de nuevo, que los protagonistas son estrellas, de otro tipo. Mucho más terrenales.

La historia empieza justo donde terminó la anterior y mentiría si no dijera que, dado el final que esta tuvo, no me quedara con ganas de seguir queriendo más.

Y, tal y como en la novela anterior, esta novela es muy real y muy cabal porque, confirma que, la madurez no va asociada a una edad, sino a la personalidad. Y en este caso, ambos son bastante infantiles en lo que a su comportamiento se refiere en más de una ocasión de su historia.

Evidentemente, lo hacen movidos por la parte más irracional de sus psiques entre las que se encuentra el miedo acompañado del sufrimiento que ambos arrastran del pasado y que aún en esta entrega no han sabido dejar atrás. Por eso, el peso es mucho mayor del que parece y por eso, también se explica que actúen y respondan de según qué modos en según qué ocasiones.

De ahí que, me ha dado rabia que, incluso aunque se ha incluido a un nuevo personaje que es psicólogo, este aspecto no haya sido usado y desarrollado con todo el potencial que podría haberse hecho. Más que nada porque, una vez más, los personajes lo necesitaban. Y mucho. Sino porque así también la autora de nuevo podría haber alzado la voz y convertir a la literatura en ese arma de denuncia y de apertura de ojos que la literatura en realidad es.

La comunicación también es otro de los temas bastante desarrollados en esta novela porque, se nos aproxima a ella desde ambos puntos de vista: para bien y para mal. Y de nuevo, aquí, se demuestra que la comunicación ha de ser siempre la base de cualquier relación. Del tipo que sea. Pero, al mismo tiempo del poder que tienen las palabras... para mal. Porque estas pueden hacer mucho daño, más que cualquier golpe porque sus consecuencias son más inapreciables y duraderas que las otras.

En este sentido, una vez más, ambos se hacen mucho daño y se provocan mucho sufrimiento mutuo mediante esta vía. Si bien es cierto que, de los dos, el más viperino es él. Es cabal y es real porque, tendemos a herir a aquellos a quienes más queremos cuando estamos sufriendo como una dolorosa estrategia de ataque y defensa. Aparte de eso, como bien aparece bien reflejado en las páginas de esta novela, la ausencia de una buena comunicación en cualquier relación, nos lleva a tomar decisiones sin contar con el otro.

Las cuales, en la inmensa mayoría de los casos, aunque tengan como objetivo, buscar el bien del otro, la realidad es que, al no haber sido consultada, lo que en realidad provocarán será sufrimiento.

Pero también, refleja bastante bien que, cuando esta situación se repite de manera incesante, la realidad es que se tiende a ocultar una ausencia total o presencia muy baja de autoestima en nuestras vidas. Y, como ya he mencionado antes, si no nos queremos bien a nosotros mismos, no seremos capaces de querer bien a los demás, por mucho que el destino y el hilo rojo los haya unido.

Y cuando digo querer bien, aquí me refiero a querer estando implicados desde el punto de vista sentimental porque, sí que se pueden tener sentimientos o estar interesados por otra persona sin que el amor romántico tenga nada que ver ni tener una relación oficial con el otro.

Por supuesto, los sentimientos están, una vez más a flor de piel en todas y cada una de las páginas. Demostrando que, por muy fuerte que un amor sea, la realidad es que, a veces, este no lo puede todo y que ellos parecen tener el destino en contra. Recordando así, de un modo directo e incluso podría decirse "hiriente" que, este ha de tener siempre su lugar y su momento, y que por tanto, por más que nos empeñemos, no podemos oponernos a él.

Me ha gustado que recuerde que, todas las relaciones que han pasado por nuestras vidas son importantes porque, queramos o no, dejan su estela en nosotros. De ahí que no se puedan estandarizar los tiempos en ninguno de los aspectos que tengan que ver con ellos, ni para bien ni para mal. Ni la intensidad para con las que medirlos. Por eso, sería un error comparar cómo gestionan Jon y Alexandra el duelo por la ruptura ni el tiempo que tardan en empezar a superarlo, haciéndose a la idea de la misma.

Además de que, nos recuerda que, como tenemos a día de hoy una idea bastante bien incrustada en nuestras mentes como es la de que, mostrar nuestros sentimientos es ser vulnerables y con ello, débiles, preferimos no hacer ni decir nada al respecto. No vaya a ser que sospechen y nos tilden de debiluchos para siempre. Más si son hombres quienes deciden abrirse y mostrarse tal cual son. Amén de que puede ser usado como un modo brutal y horroroso para hacer daño a los demás. Por eso es Susana una maravillosa villana. Por lo real que es.

Y por lo bien que describe y narra la masculinidad frágil. Si bien no será solo Jon el canal a través del cual este tema sea tratado.

Desgraciadamente, eso es un error porque, en mi opinión, solo aquellos que se muestran vulnerables, tal cual son, para con los demás, son los verdaderamente fuertes de nuestra sociedad.

Relacionado también con todo ello, la autora lo que en realidad realiza es enviar un mensaje a favor de la práctica de la empatía fehaciente en nuestra sociedad. Porque, se nos llena la boca diciendo que sí sabemos ponerla en práctica cuando no es así.

Junto a ello, Laura recuerda la diferencia fundamental entre vivir y sobrevivir, verbos y términos muy comúnmente confundidos entre sí, cuando son en realidad, bien diferentes. Y estas diferencias son precisamente la que, de nuevo les vuelve a acercar.

Introduciendo de este modo, la subtrama amorosa de esta novela. Muy presente también desde el principio. Y en este sentido, he de decir que me alegro de que no fuera uno de los temas principales de esta entrega ya que, durante buena parte de la misma, no se saben querer bien. Y en este sentido, he de decir que me he enfadado con ambos en más de una ocasión porque pagan su tristeza y su infelicidad usan a otras personas para fingir ser felices de manera pública y sobre todo, restregarle al otro que todo está bien.

Esa manera de querer para empezar no es sana. Y como todos sabemos, quien bien te quiere, lo hará bien y te querrá libre, de ahí que este comportamiento y actitud no es más que una manera de autoconvencernos de que todo está bien y de ser egoístas, poniéndonos siempre como primera y última posición en nuestras vidas.

Está muy bien tener amor propio y ser egoístas, por supuesto. Pero, entre ese buen amor, una de las acciones que mejor lo demuestran es soltar lastre, por mucho que nos pese o duela. Y aquí, sin embargo, lo que uno y otro estaban haciendo era acortar la longitud de esas cadenas que les unían y que les estaban llevando a un círculo vicioso de dependencia emocional bastante preocupante, sobre todo ella. Cuando, debemos tener muy en cuanta que, nadie se muere por nadie. Por increíble que pueda parecernos.

Y hablando de amores tóxicos... Interesante y necesaria es la inclusión de un amor tóxico bastante particular. Por lo necesario del mismo, como es el del amor por la fama.

Aquí, el personaje de Bert es quien mejor lo representa porque, además del ya mencionado problema de la masculinidad frágil - especialmente mucho más difícil en determinadas profesiones - se la relaciona con el amor por la fama, tan poderoso, peligroso e incluso, en ocasiones tan tóxico, que puede llevar a las personas a que olvidemos tener la felicidad como una prioridad en nuestras vidas con tal de mantenernos en el candelero el mayor tiempo posible.

Además de contribuir muy y mucho a que recordemos que no existe la perfección. Y que todos los temas tienen su parte oscura, incluida la fama. De ahí que debamos tener muy en cuenta cuándo y cómo queramos acceder a ella y sobre todo, establecer de manera muy clara y evidente dónde están los límites entre nuestra vida privada y nuestra vida pública porque, el mero hecho de ser famosos no tiene por qué dar pie a que los demás estén continuamente juzgándonos de manera directa con ojo más que crítico.

Así que bravo en ese sentido.

Por último, no puedo no concluir este post sin, de nuevo hacer una mención a otro final más que impactante porque, con este par no hay que dar nunca nada por descontado o por sentado. Las sorpresas no acabarán nunca y, si bien han tocado la felicidad con la punta de los dedos y por tanto, se atisban esos primeros pasos hacia la madurez que tanto necesitan y que tanto bien le harán, la realidad es que estoy muy de acuerdo con el modo en que ha puesto punto y final a esta entrega.

Lo merecen, ambos. Pero sobre todo el que ha tomado la decisión de hacerlo.

Huelga decir que, por supuesto, no puedo esperar a ponerme con la siguiente entrega porque preveo que, el gusto que siento para con ellas, va a ir in crescendo.

¡Nos leemos pronto!

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