La informante de Berlín de Selva Palacios
¡Buenas tardes!
La entrada del blog de hoy está dedicada a la opinión de una novela que leí en colaboración con la editorial, con la que me estreno en este sentido. Pero, a su vez, esta colaboración viene pedida expresamente por su autora, una vieja conocida del blog, porque no es la primera vez que doy mi opinión sobre sus obras. Y por eso, le agradezco, una vez más, la confianza en mí.
Por eso, no me voy a entretener mucho más en la parte introductoria de esta publicación y prefiero dejaros con la sinopsis y mi opinión de La informante de Berlín, escrito por Selva Palacios.
SINOPSIS
Hanna Schmidt trabaja como secretaria en una de las sedes del Grupo de Fuerzas Soviéticas en Alemania (GFSA). Aunque es consciente de la responsabilidad y el compromiso que esto conlleva, no comparte los ideales de este lado de Berlín en el que ha quedado atrapada. Desde que se fue su padre cuando apenas era una niña, sueña con ir al otro lado del muro, un lugar donde se puede pensar y pasear libremente, donde se bebe Coca-Cola y se leen libros como 1984. Tal vez por eso lleva un tiempo colaborando como informante para un grupo de jóvenes disidentes que buscan la caída del telón de acero. Mattias Gutt es uno de ellos y no es solo el destinatario de las cartas que se intercambian entre los huecos del enorme muro de hormigón; también es la única persona que está dispuesta a ayudarla a localizar a su padre. No será tan fácil, pues Hanna siente la presencia constante de una sombra que la acecha, y es que Klaus Ivanov, hombre leal al régimen, vigila cada uno de sus movimientos.
OPINIÓN
En esta novela conoceremos la historia de Hannah, pero, a su vez recordaremos la historia de Europa reciente, aunque ya hace un tiempo de lo sucedido. Sin embargo, creo que la elección de la ubicación temporal no ha sido del todo baladí porque creo que en cierto modo, la autora lo usa para recordar que, nuestro pasado nos define como personas en el presente y a su vez, contribuye para ayudar a cambiar aquellos aspectos más negativos de nuestro futuro.
Porque, si no le damos la importancia que la historia tiene, la repetiremos. Y por eso, continuaremos cometiendo los mismos errores. Una y otra y otra vez. Y es que el ser humano es de memoria corta. Y frágil. Y por eso, olvida que la diferencia enriquece y no tiene por qué separar. Es más, cuanto más diversas sean las personas que nos rodean, más ricos seremos.
De ahí que, por muchos muros que intenten separarnos y que incluso, nosotros mismos nos empeñamos en construir, la realidad es que la buena voluntad, la empatía y sobre todo el amor, serán los sentimientos tan poderosos que servirán de puente para unir esos dos extremos, en apariencia tan rotos. Y a su vez, enviará un mensaje de esperanza y aliento muy poderoso de cara a lo positivo que será el futuro. Aunque, para ello, como en cualquier otra relación importante de nuestras vidas, todos los participantes tiene que poner de su parte. O estar en el mismo grado de implicación.
Esta premisa queda muy bien reflejada, al menos de manera literal al situarlo en una Berlín dividida en dos partes tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Pero, también queda muy bien reflejada, ahora sí, desde un punto de vista metafórico por toda el desarrollo psicológico de los personajes. Y para ello, ayuda e influye mucho a entenderlo mejor al usar diferentes puntos de vista.
Entre los numerosos temas que aquí se desarrollan se encuentra el de que las apariencias engañan. Y por eso, antes de juzgar u opinar al respecto de cualquier persona o tema, debemos conocer también su propia perspectiva. Porque podríamos sorprendernos... para bien. O para mal. Como así sucede con Hannah y Klaus, cuyos ideales les separan. En cuanto a este tema, el de los ideales, también me ha gustado mucho la valentía de la autora para reflejar y subrayar cómo, sin ser muy conscientes de ello, los diferentes gobiernos y regímenes políticos nos manipulan y nos manejan a sus anchas.
Así que me ha parecido muy original esa alusión a un amor tóxico. Porque es la primera vez que lo leo en una novela así. Y sobre todo porque, sirve a su vez para que podamos relacionarlo con el amor tóxico y la manipulación a la que estamos sometidos por personas de nuestro círculo más cercano. También sin darnos cuenta de ello. Porque no hay más ciego que quien no quiere ver.
Otra reflexión interesante es la que incide en el tremendo impacto que tienen las circunstancias en las que hemos sido criados a la hora de desarrollar una actitud o personalidad determinadas. Así lo ejemplifica tan bien nuestra protagonista quien, ante la ausencia de su progenitor, se encuentra en una encrucijada vital ya que, ha creado un muro en torno a sí misma para proteger su corazón de los posibles daños que el sentimiento pueda provocarle. Muro que le da pánico hacer caer, por el sentimiento de desprotección e indefensión que le hace sentir, al cual no está acostumbrada. Ya que, si por algo se caracteriza es por ser una mujer fuerte y decidida. En todos los aspectos de sus vidas. Pero, al mismo tiempo, sí que busca el sentimiento y por eso, lo tiene idealizado... con el peligro que eso supone.
Mismo sentimiento que, de nuevo, le ha dejado una cicatriz, literal y metafóricamente hablando que, hasta que no es consciente de manera real de todo lo que sucede a su alrededor, no es consciente de que, en realidad, no estaba viviendo, sino sobreviviendo. Y por eso, aunque parecía que era feliz, la realidad era bastante diferente.
Eso sí, me ha hecho gracia e incluso también provocado ternura que, Hannah piense que no sabe querer. Cuando sí que lo hace. Y es más, es toda una mamá leona. Al menos para con su primo. Cuya relación he adorado.
Retomo aquí ahora el tema de la idealización porque es muy fácil caer en ella. Con personas y situaciones, especialmente cuando se nos ha privado de la libertad de elección para escogerla. Así sucede con una y otra Alemania - aunque en este caso, la realdad es que, objetivamente hablando, una de las dos estaba mucho más desarrollada y evolucionada que la otra - pero también le pasa a Hannah con Mattias Gutt.
Un Gutt que, en alemán, aunque escrito con solo una t significa "bueno" y a sus ojos, así es. Pero, de bueno que es, parece irreal. Y por eso, lo ha idealizado, convirtiéndolo así en perfecto. Como a la otra Alemania. Cuando la perfección no existe y por eso, el tratar de perseguirla incansablemente para poder obtenerla, a la larga, lo único que aporta a nuestras vidas es la tristeza y la insatisfacción más absolutas. Además de una rabia a posteriori ya que, solo después nos damos cuenta del tremendo tiempo perdido en una misión imposible, la cual, a su vez, conlleva que hayamos perdido un tiempo presente - y una oportunidad - precioso, digno de ser vivido con toda la intensidad e importancia que merece.
Además, también lo desarrolla de un modo muy coherente con esa idea que todos tenemos que aplicarnos más y que recuerda que, es muy difícil cumplir y satisfacer las expectativas. Tanto propias como la de los demás. Por eso, la sensación de desilusión y, una vez más, la tristeza por lo diferente que es la realidad de nuestra imaginación, termina por provocar numerosos sinsabores.
Y numerosos errores, ya que, sí que en parte entiendo que, una vez dado ese primer paso, Hannah decida continuar hasta el final. Por inercia, más que nada. Pero, tampoco entendí en algún momento, por qué ese empeño para con el chico bueno, cuando estaba bastante más que claro que, ni era tan bueno y tampoco le estaba haciendo tanto bien como ella pretendía.
Así que, pese a que lo pasa mal, me ha gustado vivir junto ella esa apertura de ojos y esa destrucción de su muro interno, mucho menos ruidoso, pero a la larga mucho más impactante para la protagonista.
Y por otra parte, tenemos a Klaus, un hombre que es mucho más de lo que aparenta y que, como héroe romántico me ha parecido vislumbrar que bebe y se inspira en el romanticismo alemán que le precede. Un hombre que demuestra que el amor aparece dónde, cuándo y con quién menos se le espera. Incluso con aquellas personas que la sociedad y la ideología nos señala como la menos adecuada o idónea para nosotros.
Pero, contra el sentimiento y su poder, no se puede luchar. Porque es una batalla perdida de antemano. Un sentimiento que además, puede presentarse de múltiples y diferentes maneras. Más pública y más privada. Y sí que es cierto que, es valiente - ayudado en parte por la posición de poder que ocupa en la sociedad - pero que, tiene una dualidad maravillosa y que su intenso flechazo lo vive más en silencio. Con sorpresa incluida.
Así, se hace un más que digno homenaje al tremendo poder que tienen las palabras, sí. Pero también sirve para que recordemos que algunas acciones dicen incluso más que cualquier conversación o carta escrita. Por eso, Klaus, aunque pueda parecer que no, siempre quiso bien a Hannah.
Porque quien bien te quiere, lo hace libre. Y por lo tanto, solo desea lo mejor para ti... aunque eso provoque una separación física y mental de nosotros. Por eso, no para de ayudarla a conseguir esa felicidad que ella persigue incansablemente. Porque sabe que así tendrá la vida que siempre soñó y creyó tener para sí.
Sin embargo, esta actitud y bondad aparente también conlleva su parte negativa porque, en ocasiones, las buenas intenciones están llenas de daño y, aunque el objetivo es hacer un bien, la realidad es que terminan por provocar un daño enorme. Una vez más, por el tremendo poder que tienen las palabras... para bien o para mal. Así que, claro que es perfectamente entendible la reacción de Hannah y sobre todo, su sensación de desamparo y soledad.
Aunque, al mismo tiempo, esa situación es también la que le lleva a darse cuenta de que, en realidad, nunca ha estado sola. Siempre se ha tenido a sí misma.
De ahí que ese alegato - sobre todo de cara al final - acerca de lo importante que es el amor propio antes de querer bien a los demás, me ha parecido maravilloso. Más tras todo lo convulso que le sucede y descubre en un período de tiempo tan breve.
Porque la verdad siempre sale a la luz, y en ocasiones, el modo en que lo hace es bastante doloroso. Pero, incluso en aquellas ocasiones, conviene saber cerrar círculos y capítulos. Más cuando nada positivo nos aportan en nuestras vidas.
Solo así podremos saber y ser plenamente conscientes de cuáles son nuestros puntos fuertes y débiles. E incluso asumir lo erróneo de nuestros actos, aunque también nos permite que pidamos perdón por la mala gestión del mismo. Porque un error no nos define como personas, sobre todo cuando hay voluntad de arrepentimiento y cambio. Y es que el ser humano, si por algo se caracteriza es por su evolución. De ahí que, precisamente el arco argumental de la protagonista esté tan bien relacionado con esa idea, ya que tiene una evolución tremenda.
Y un final acorde, basado más en la suerte y en la esperanza asociados al perdón. Con nosotros mismos y con los demás, que en todo lo sucedido anteriormente. Mucho más doloroso y trágico.
Solo así saldremos y seremos más fuertes. Como demuestra la Alemania contemporánea como país y sociedad, pero también como Hannah y Klaus, quienes, pese a imperfectos en sus vidas cotidianas... no pueden ser más perfectos para el otro. De ahí que, libre de obstáculos, su futuro se presenta brillante y esperanzador.
Tras esta lectura, puedo entender por qué la editorial la escogió para que se la publicaran. Y solo espero que sea la primera de muchas.
¡Nos leemos pronto!
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