Como si siempre fuera Navidad de Yanira García

¡Buenas tardes!

La entrada del blog de hoy está dedicada a la opinión de una novela que me ha llegado a casa hace 
relativamente poco tiempo y que pude leer antes de la llegada de las colaboraciones y de la época navideña como tal para que así me dé a mí tiempo para poder presentaros novelas de esta temática en el propio mes.

Además, no es la primera vez que leo la pluma de la autora y siempre es calidad y buenos ratos asegurados, así que en cuanto vi que se abría la preventa, sabía que sí o sí, tenía que leer este libro. Más cuando pude descubrir que estaba completamente a color.

Una fantasía hecha realidad para los amantes de los colorinchis y la purpurina como yo. Y que por favor, le pido y le emplazo a que de cara al futuro - 2025 - continúe autipublicando más novelas cortitas de manera parecida a esta. Me parece todo un acierto y un triunfo.

Tras esta introducción más larga de lo habitual, no me voy a entretener mucho más y por eso, prefiero dejaros con la sinopsis y mi opinión de Como si siempre fuera Navidad de Yanira García:

SINOPSIS

LA LISTA (EXTRA)OFICIAL DE PIXIE

Llegar a casa antes de la cena navideña.
Soportar la cena sin emborracharte.
Contestar las llamadas de Stella antes de que envíe a la poli a casa.
Averiguar si tu secretaria es un robot.
No tropezar con un desconocido en la tienda del aeropuerto. Tampoco reconocer que has decidido comprar los regalos navideños en dicha tienda.
No sentarte con ese desconocido en el vuelo a Nueva York.
Omitir que te tiembla hasta la raya del pelo cuando te llama «dulzura».
¿Magia? No existe.
¿Jerséis a juego? No, gracias.
Si se cuela en tu habitación (varias veces), echarlo y no babear.
Con respecto a esto último… No babear, no boquear, no imaginar ni fantasear. Nada de eso.
Y por último… ¿Amor? Puagg, caca. Negativo. Ni de risa. No está contemplado. Porque no lo está, ¿verdad?

OPINIÓN

En esta novela cortita vamos a conocer cómo Pixie y Nathan se conocen, se enamoran y al mismo tiempo, viven en sus carnes propias la magia de la Navidad y del amor. La cual, en ambos casos es bastante poderosa. Y de entrada, es una metáfora de lo más inteligente.

No es lo habitual de la autora porque ella tiende a ser más gamberra y a provocar carcajadas puras y duras. Y con esto no quiero decir que no sea divertida, porque también tiene sus momentos. Sin embargo, además de esas risas también hay mucha reflexión y mucho mensaje crítico a nuestra sociedad.

Sobre todo porque la autora pone énfasis en el hecho de que, en una sociedad en la que podríamos ser lo más felices del mundo, la realidad es que no es así. Y la culpa es solo nuestra porque somos quienes estamos obsesionados con la asociación de éxito y buena posición económica. Cuando no es así, al contrario, las cosas que nos convierten en alguien verdaderamente feliz son las que no tienen valor material sino inmaterial.

Y esta idea del clasismo social queda muy bien reflejada en el padre de Pixie, nuestra protagonista. Él asocia que solo determinadas profesiones son las que traen beneficio económico y mental a nuestras vidas, menospreciando otras de carácter más artístico, a priori, más sencillas y por tanto, más inútiles. Y ese es otro error, bastante común porque no a todo el mundo se le dan bien las mismas cosas y además, todas las profesiones son igual de importantes. De ahí que el desprecio hacia su hermana por querer vivir la vida y ser feliz haciendo música es, desgraciadamente muy real. Pero también muy necesario que se incluya. Más al realizar la comparativa con su hermana.

Porque es cierto que las comparaciones son odiosas, por supuesto. Sin embargo, gracias a la valiente decisión que toma en su momento. Y sobre todo, pese a la incomprensión y a que la consideran una egoísta, la hermana es feliz. Al cien por cien. Porque se ha priorizado y sobre todo, se ha dado cuenta de que el amor propio es el más importante de nuestras vidas. Decisión que todos deberíamos tomar en algún momento de nuestras vidas. Más que nada porque, normalmente no lo hacemos y por eso, somos más parecidos a Pixie de lo que podríamos pensar.

Junto a ello, con la "falsa felicidad" de Pixie, la autora también envía un mensaje más que poderoso y necesario a la sociedad acerca de lo egoístas y poco empáticos que solemos ser. Porque preferimos mirarnos continuamente el ombligo antes de comenzar a fijarnos con una mínima atención a lo que sucede a nuestro alrededor. Cuando, si lo hiciéramos, la cosa cambiaría y el mundo sería un lugar mejor. 

No solo en Navidad. Porque de hecho, me ha gustado mucho esta inclusión, ya que, tendemos a ser más empáticos aunque de un modo que no es real y muy temporal en estas fechas, pensando así que, con esta actitud aquí y ahora, podríamos compensar todo lo anterior. Cuando no es así.
De ahí que la sorpresa final para con Nathan me sorprendió mucho y no lo esperaba para nada. Aunque, hizo que me enamorase (aún más) de él.

La dinámica familiar de Pixie sirve también para introducir uno de los tipos de amor presentes en la novela, como es el del amor por la familia. Un tipo de sentimiento que puede ser también tóxico y que solemos dar por descontado, cuando no deberíamos hacerlo tampoco porque, al hacer esto, sin ser muy conscientes de ello, lo menospreciamos.

Asimismo, recuerda lo difícil que es la paternidad. Pero ha de tomar en cuenta también que, los padres han de respetar la individualidad de los hijos porque solo así serán felices. Y sobre todo, jamás han de usarles como un instrumento canalizados para vivir sus sueños frustrados a través de ello.
Esa actitud funciona como una especie de gota malaya que al final, terminará por minar la relación. Porque, amparados bajo el paraguas del vínculo y el grupo sanguíneo, creemos que se nos perdonará todo. Cuando tampoco es así, si algo queremos, debemos darle la importancia que merece. Que es toda.

Y por eso advierte también del hecho de que, el modo en que hemos sido criados, tiene un profundo impacto en el desarrollo de nuestro carácter y nuestra personalidad. Tanto para bien como para mal. De ahí que Nathan y Pixie se confrontan, pero tampoco en este caso de mala manera. Al contrario, tenemos que ser más conscientes de que la diferencia enriquece y por eso, cuanto más diferentes sean las personas que están en nuestras vidas, más ricos seremos. Amén de que no hay un único tipo de familia válido, todos lo son.

Por fortuna, no todo ha sido malo en la familia de Pixie y subrayo de modo muy positivo el mensaje a favor de la sororidad aquí narrado. No solo entre las hermanas, porque Pixie se ha sacrificado para que su hermana sea feliz - aunque tampoco debiera hacerlo - y sobre todo, destaco por encima del resto de cosas, el homenaje más que merecido hacia los abuelos. Abuela en este caso.

Porque, una vez más, lo relaciona con la sociedad contemporánea, la cual está muy acostumbrada al usar y tirar. Y por eso, cuando no se puede extraer un beneficio económico, lo desechamos. Y al contrario, los abuelos son muy importantes porque su sabiduría no proviene de lo que aprenden consultando Internet o redes sociales. Lo hace la vida y esa sabiduría no tiene parangón.
De ahí que cuando se dice que los abuelos deberían ser eternos hay razón. Aunque, en este sentido, y si bien no hay un modo único para gestionar el duelo, la realidad es que nadie se marcha del todo si no les olvidamos.

Nathan es un personaje masculino del cual sentir flechazo, como a él le sucede. Sobre todo por su simpleza, ya que es el rey de la cotidianeidad. Y de las cosas bellas que hay en ella. A las que por tanto, tenemos que prestar más atención.

Además es un buenazo y por eso, la autora pone de relieve que, si bien todas nos sentimos atraídas por un malote en algún momento de nuestras vidas - el encanto de lo prohibido - la realidad es que, lo que en realidad queremos tener cerca es un chico bueno, que nos vea en todo nuestro esplendor y que no nos intente cambiar, sino que, al contrario, quiera sacar la mejor versión de nosotros mismos.

Él es también el punto divertido y gracioso de la novela, sobre todo en sus primeros encuentros de frente a ella. Eso sí, recuerda de modo más que necesario que, a veces la línea entre interés y acoso es bastante final. Así que tenemos que tener cuidado porque, ninguna obsesión es sana.

Pero sobre todo, él es quien la relaja y la humaniza y por eso, el recurso de las listas también está muy bien traído y desarrollado. Porque claro que conviene planificar las cosas y por tanto, la vida, pero también hay que dar pie y dejar espacio a la espontaneidad.

Porque el amor como la magia aparece dónde, cuándo y con quién menos lo esperamos. Además de que, en ambos casos, junto con la vida, son tan sabios que encontrarán el momento más adecuado para hacerlo. Sabedor de que, en el momento en que lo haga, será para hacerlo por siempre. De ahí que no haya que poner o tener tiempos a la hora de vivirlo o experimentarlo.

Así que sí, como bien plantea la autora sí que hay que vivir como si siempre fuera Navidad.

No nos arrepentiremos.

¡Nos leemos pronto!




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