Penélope de Lidia G. Merendiano

¡Buenas tardes!

La entrada del blog de hoy está dedicada a la opinión de una novela que leí en colaboración con 
Ediciones B, a quienes agradezco enormemente el envío del ejemplar en físico. Y sobre todo, la confianza en mí, una vez más, para que diera mi opinión acerca de esta novela. Y sobre todo, que me permitiera conocer la pluma de la autora para que así, pudiera hacer lo propio con vosotros.

Por todo ello, no me voy a entretener mucho más en la parte introductoria y prefiero dejaros con la sinopsis y mi opinión de Penélope de Lidia G. Merenciano.

SINOPSIS

Fueron veinte años los que Penélope esperó a su marido. Durante ese largo tiempo, reinó Ítaca y crio al futuro monarca, Telémaco. Sin embargo, a su regreso, Ulises

decidió expulsarla por traición convirtiendo el destino de su esposa en un misterio. Pero ¿acaso puede alguien creer que la mujer que engañó a mil pretendientes de entre los hombres más poderosos de Grecia tejiendo un sudario infinito para dilatar el tiempo se rendiría sin más?

Esta novela nos cuenta el viaje de Penélope después de su exilio. Un relato repleto de emoción y aventuras, de historia y mitología, que nos sumerge en la antigua Grecia y nos transporta hasta el corazón de una mujer capaz de arriesgarlo todo para hacer justicia.

¡Oh, Musa! Háblanos de ella.
¿Qué pasó con Penélope tras el regreso de Ulises?

Fue entonces cuando empezó el gran viaje,
aquel que nunca ha sido contado.
El que la historia ha borrado.

Oh, Musa, cuéntanos en estas páginas su odisea.

OPINIÓN

Antes de comenzar con la opinión propiamente dicha, he de hacer un comentario de tipo personal.

Y ese no es otro que, como ya sabéis, soy historiadora y experta en epigrafía votiva, así que el tema de la mitología, tanto griega como romana lo controlo bien. Y si no lo sabíais ¡sorpresa! No te acostarás sin saber algo más.

Pero, retomo. es justo ese conocimiento lo que me provoca un recelo inicial a todas estas novelas de retelling de algunos de los mitos más conocidos, sobre todo porque la inspiración en más de una ocasión ha brillado por su ausencia. O aquellas novelas en las que se les da la oportunidad a otros personajes de contar su versión de los hechos, la cual, por motivos diversos, ha sido eliminada. Y mi recelo vuelve a estar porque, son bastantes las licencias que se toman y por tanto, el personaje de referencia queda al final bastante difuminado del original y su historia, más o menos trágica, queda con tintes caricaturescos.

Eso sí, tampoco negaré que, en cuanto veo un libro con esa premisa, mi interés por leerlo se dispara. Y eso fue precisamente lo que sucedió con este.

Sin embargo, al contrario que en ocasiones anteriores, esta novela sí que me ha gustado. Y bastante. Porque es respetuosa y un más que digno homenaje a la figura de Penélope, quien, por otra parte, pese a que es bastante famosa en el imaginario colectivo, es, al mismo tiempo, bastante desconocida. Y por eso, la convierte en la candidata ideal para que dé juego a dioses, mortales e incluso a lectores.

Más porque, si alguien le diera por buscar información sobre esta mujer de la mitología griega, quedaría bastante sorprendido al darse cuenta de dónde terminó sus días según una de las versiones del mito. En mi caso, el efectos sorpresa no se produjo porque sí que conocía esa variante, pero sí que lo sentí en todo su esplendor en su momento.

Porque no entendía.

No entendía cómo ella, el paradigma de la paciencia y la felicidad conyugal, mismo paradigma que se ha perpetuado a lo largo y ancho de la historia como el perfecto rol de mujer casera y sumisa, no terminase sus días junto a su marido Ulises, sino que lo hiciera exiliada en Mantinea, lejos de su Esparta natal. Más con una acusación - o mejor dicho, una difamación - como la que sufre.

Y eso la convierte, como digo en un personaje interesante y un maravilloso caldo de cultivo para rellenar huecos. Objetivo que aquí se realiza, además de un modo bastante interesante. Pero sobre todo porque, permite de inicio desmitificar esa idea de aburrida que buena parte de la sociedad tiene de ella. Mismo grupo en el que he de confesar, me incluí.

De entrada, muchos olvidamos que Penélope, como buena hija de Esparta que es, es una guerrera. Sin embargo, también tendemos a olvidar que no todas las guerras son públicas en batallas muy violentas, sino que, en la inmensa mayoría de los casos, esas batallas suelen ser internas. Tanto literal como metafóricamente y por eso, los conflictos domésticos son mucho más habituales.

Porque así, la autora de un modo muy inteligente pone de relieve, no solo cuál era el rol y el papel de la mujer en la época en la que suceden los acontecimientos, que también. Sino que, gestionar el ámbito doméstico para nada es sencillo.

Y esta idea tan contraria en el imaginario popular, aún permanece con mucha potencia y poderío. Hasta el punto tal de que refuerza la idea de lo presente e interiorizado que tenemos el machismo, como hijos de civilizaciones como la griega y la romana.

No es el único aspecto que aún continúa bastante perpetuado en nuestro imaginario colectivo y que Penélope sufre en sus propias carnes. Porque, aún hoy tampoco sigue estando muy bien visto que una mujer ocupe cuotas de poder. Es más, sigue pensándose que es un sitio que no le corresponde y por eso, se la menosprecia y desvalúa de muchas maneras diferentes, como por ejemplo el paternalismo, cuando no el vacío. Lo cual obliga a que nos esforcemos el doble o el triple que nuestros colegas masculinos, quienes, tocados por los dioses, parecen haber nacido para este tipo de roles.

El ejercicio de poder, por lo tanto, es uno de los temas que más se repiten en esta novela. Advirtiendo eso sí, cómo, puede ser tan venenoso que, una vez alcanzado, estemos dispuestos a todo con tal de mantenerlo el mayor tiempo posible en nuestras vidas, eliminando cualquier tipo de competencia que pudiera crearse.

Otro tema interesante y que también se encarga de desmitificar la autora de la novela, es el sentido peyorativo que suele tener la palabra odisea. Porque, es muy cierto que, basta que realicemos una acción negativa o no del todo correcta para que dicho error o momento puntual permanezca con nosotros el resto de nuestras vidas. Y sí que es cierto que toda acción tiene sus consecuencias y que estas son mucho más evidentes cuando ocupamos una cuota de poder, pero, al mismo tiempo, un error no tiene por qué definirnos para siempre. Ya que, si por algo se caracteriza el ser humano, es por su constante evolución.

Por eso, es muy acertado el viaje de autodescubrimiento que realiza Penélope. O mejor dicho, en su caso, su odisea. Porque así, el lecto termina por aprender dos cosas:

- La primera que, en dos de las tres acepciones que recoge la RAE de dicha palabras, no tiene connotación negativa. Y si no las sabíais, os las dejo por aquí:

1. Un extenso viaje lleno de experiencias y desafíos.
2. Una secuencia de eventos, en su mayoría adversos, que alguien ha experimentado para llegar a un destino o alcanzar un objetivo.

- Y la segunda, la cual es mucho más importante que, son las personas que nos acompañan en este viaje y travesía llamada vida, son las que lo convierten en inolvidable... para bien o para mal. Pero que, este viaje, al igual que el amor propio, si no alcanzamos nuestras metas y nos valoramos como merecemos, no seremos felices en la vida.

Al mismo tiempo, puede que haya lectores que piensen que esta odisea que emprende Penélope en su búsqueda para la valoración y la obtención de la justicia que cree que merece no es otra cosa que una burda copia a la sombra de su esposo. Y en mi opinión no es así, sí que se le toma como referencia porque, le guste o no, ha sido una persona bastante importante en su vida, pero, ella realiza su propio viaje porque sus motivaciones son diferentes.

Y ahí entra en liza uno de los bretes de la novela, que no es otra que la de si la justicia es justa. O que si se vale todo con tal de alcanzarla y así poder obtener nuestro destino.
Porque sí, el destino es otro de los grandes temas de esta novela, planteando la existencia o no del libre albedrío y hasta qué punto sus vidas estaban gobernadas por los dioses.

En este sentido, me ha gustado mucho que, no solo todos los títulos de la novela estén en griego, permitiendo que así refrescara mi oxidado idioma desde el instituto, sino que también se haya hecho alusiones a otros personajes importantes de la mitología griega, que sirven no solo para darles a conocer, para darles también así su lugar en la memoria colectiva a posteriori y sobre todo, porque sirven de advertencia de que no hay que jugar con los dioses. Ni que tampoco conviene intentar alcanzar el nuevo estatus divino... ya que el exceso de orgullo no suele traer consecuencias positivas.

Enseñanzas que así, la propia protagonista puede aplicarse en algunas de las etapas del viaje. Porque también es cierto que no todo el mundo está preparado para sumir o gestionar su estatus o posición de héroe o heroína.

Sí que es cierto que, en comparación con otros dioses de otras mitologías de civilizaciones previas, fiel reflejo de la mentalidad y la sociedad de la época a su vez, los dioses griegos y romanos, son bastante humanos. Orgullosos, locos e imperfectos.

Y por tanto, cometen errores. Incluso cuando la intención es la de traer un bien a la vida de sus protegidos. Demostrando así que el exceso de protección nunca es bueno. Y sobre todo, que ni siquiera los dioses son perfectos. Por eso, no tenemos por qué intentar ni imitarlos ni perseguirlos porque es un imposible que solo nos traerá infelicidad.

Sino porque la imperfección es lo que nos hace bellos. Y sobre todo, que la asunción y el reconocimientos de esos errores es lo que nos convierte en personas fuertes y no débiles como hasta lo de ahora nos han hecho creer. Así que, en este sentido, Atenea - es mi diosa preferida - me ha encantado como personaje. Y, al mismo tiempo, Hécate, me ponía nerviosa en su manera de hablar y comportarse.

Atenea demuestra, una vez más, que el destino como la vida es sabia y que por tanto, sabrá esperar y encontrar el momento para llegar a nuestras vidas.

Por último, no quiero no concluir el post de la opinión sin volver a la compañía que Penélope tiene en su travesía, pelín forzada eso sí. Sobre todo porque no pueden ser más diferentes a ella misma. Demostrando así que la diferencia enriquece y que no tiene por qué separar. Y por eso, seremos más ricos cuanto más diversa sea la compañía a nuestro alrededor. Además de que, un buen gobernante es precisamente lo que tiene que hacer.

Compañía diversa sí, pero necesaria y colocada a su lado para aprender. Y sobre todo, sanar. De ahí que no sean baladí.

Porque Leo es quien le permite reconciliarse con los hombres en su vida. Y es entendible ese recelo o mala opinión que siente hacia ellos. Un Leo que además también sirve para enviar un mensaje muy importante que deberíamos tener mucho más presente. Más a día de hoy. Y ese no es otro que, en tiempos de guerra, la paz es un valor que deberíamos aplicarnos más todos y cada uno de nosotros.

Y Ágape es la representación de otro tipo de mujeres en la sociedad y la mitología que no siguen esos cánones establecidos y por lo tanto, como seguidoras y acompañantes de Artemisa, se dedican más a cazar y actividades no domésticas.

Su personaje se encuentra a mitad de camino entre las Amazonas y la vírgenes vestales. Y sirve además para que tengamos bien presente que la madurez no va asociada a una edad determinada, sino a un carácter y a una personalidad determinadas. Aunque, al mismo tiempo, pone el foco en la idea de que, cuando hay violencia de por medios, las mujeres y los niños son siempre las víctimas predilectas y por tanto, quienes más la sufren... a pesar de no ir directamente al frente.

Pero Ágape también es un tipo de amor, ya que el sentimiento también aparece reflejado. Es el amor más puro y altruista que existe y que por tanto, puede relacionarse con el que siente una madre por su hijo, demostrando así que padre se hace y no se nace. Y a su vez, demuestra por qué Ágape es más importante de lo que podríamos pensar, ya que, en mi opinión, a pesar de su discreción, es la que provoca que Penélope tenga los pies en la tierra en buena parte de la travesía marítima y siga siendo heroína, reina, pero también madre. Porque ninguno de estos adjetivos es excluyente el uno del otro. Y una mujer puede ser todas esas cosas a la vez. Y más.

No puedo no agradecer y felicitar a la autora por haberse decidido ella misma también a emprender su propia odisea y agradezco a las Musas su generosidad y benevolencia a la hora de ayudarla e inspirarla a la hora de escribir una historia que dicha mujer merece.

¡Nos leemos pronto!



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