El juego de Dylan Wilson de Vicente Martínez García

¡Buenas tardes!

La entrada del blog de hoy está dedicada a la opinión de una novela que leí en colaboración con el 
autor, a quien agradezco el envío del ejemplar en digital y que me haya permitido conocer así su pluma. Pudiendo por tanto, hacer lo mismo con vosotros, una acción que ya sabéis cuánto me gusta realizar.

Por eso, no me voy a entretener mucho más en la parte introductoria de esta publicación y prefiero dejaros con la sinopsis y mi opinión de El juego de Dylan Wilson de Vicente Martínez García:

SINOPSIS

Cuando Cindy acepta la propuesta de Dylan Wilson, jamás se imagina que este simple juego cambiará su vida para siempre. Una serie de cartas guían cada una de sus citas, revelando una conexión y un misterio que va mucho más allá de lo que cualquiera de los dos podría haber anticipado. Lo que parecía ser un desafío inocente y casual se convierte en un juego de elecciones y descubrimientos personales, donde cada carta desvela secretos, emociones y dilemas que los unen más profundamente.
A medida que avanzan en el juego, Cindy y Dylan se enfrentan a preguntas que ponen a prueba sus miedos, sus deseos y su valentía. ¿Por qué parece que sus vidas están entrelazadas de una forma que desafía toda lógica? ¿Qué verdades saldrán a la luz cuando ambos se atrevan a mirar más allá de las reglas?

OPINIÓN

En esta novela vamos a conocer el modo tan original e incluso particular en que nuestros protagonistas, Cindy y Dylan se enamoran.

Y ya de entrada, con esta premisa se deja claro que no existe un modo único para enamorarse y que todas las historias románticas son dignas de ser vividas y experimentadas en su total intensidad. Al mismo tiempo de que, en la medida de lo posible, tenemos que evitar las comparaciones entre ellas puesto que, si por algo se caracteriza el ser humano es por su evolución. De ahí que su psique, entre las que se incluyen los sentimientos, también evolucionarán de acuerdo a ellos.

Relacionado con esto, me ha gustado también la original manera en la que se critica a nuestra sociedad contemporánea, la cual parece que, cada vez más, olvida sus sentimientos y por tanto, está más deshumanizada. Por motivos diversos, por supuesto. Sin embargo, es una actitud errónea el plantearla así ya que estamos negando nuestra verdadera naturaleza y por tanto, nos estamos condenando a una infelicidad voluntaria, la cual choca de frente con el que tiene que ser nuestro objetivo vital, es decir, la felicidad.

Entre los motivos que ponemos para no tener o querer experimentar sentimientos se encuentra, por tanto, el miedo al poder que tiene por ejemplo, el amor. Y en este sentido, Dylan, que es quien mejor lo encarna, me ha parecido naif y hasta enternecedor porque, por más que queremos, no podemos luchar ni controlar nuestros sentimientos por mucho que nos empeñemos en hacerlo. Es una batalla perdida de antemano, y por lo cual, no conviene que plantemos resistencia. Vamos a salir perdiendo siempre.

Eso sí, he de darle también el crédito que merece ya que, es bastante sincero en lo que a su concepción del amor y los sentimientos se refiere, ya que para él, literalmente, es un juego y por lo tanto, no se lo toma en serio. Sin embargo, al contrario, que buena parte de la sociedad, él, al menos, lo dice de cara y de frente. Y por tanto, así se da la importancia que merece a la comunicación como arma para aclarar rumores, malentendidos e incluso poder evitar rupturas sentimentales a tiempo. Tal es su poder.

Por eso mismo también, nos da tanto miedo tratar de experimentarlo y, como a otro aspecto más de nuestra sociedad, tratamos de ponerle límites o controlarlos. Cuando, una vez más, no todo se puede controlar y por eso, de cuando en cuando, pues conviene también dejarse llevar y fiarse de nuestros instintos. O dicho de otro modo, dejemos actuar al destino, que es sabio y sabrá, como el amor encontrar su momento y su lugar. De ahí que aparezca dónde, cuándo y con quién menos lo esperamos. Incluso en una boda, pues ya sabemos que... de una boda, sale otra.

Es una novela romántica y hay muchos tipos de amor.

Así, hay amor entre los miembros de una familia, a veces sano y a veces no tanto.

Sin embargo, dos son temas que aquí destacan. El primero no es otro que el tremendo impacto que tienen las circunstancias en las que hemos sido criados para el desarrollo de nuestra madurez, así como una actitud y comportamientos determinados ante determinados estímulos y circunstancias que acontecen en la vida.

Eso sí, si bien la paternidad es difícil, los padres han de respetar la individualidad de sus hijos, para que sean felices. Y experimenten por sí mismos, nadie quiere ver que otro al que quiere aprecia sufre, pero en ocasiones, por querer hacer un bien, terminamos provocando un mal mayor. Por eso, considero que la madre de Dylan, pese a toda su buena intención, ha sido muy egoísta y ha condicionado bastante el modo de vivir de su hijo.

Otro tema que sí que me ha gustado del amor entre los miembros de una familia ha sido la relación tan estupenda entre Cindy y su hermana. Así que el canto y el homenaje a la sororidad me ha encantado. Sobre todo porque queda demostrado que, pese a lo diferentes que son, se quieren y se apoyan, demostrando así que la diferencia enriquece y no tiene por qué separar. Y sobre todo, que si las mujeres nos apoyásemos más entre nosotras y no nos empeñásemos en compararnos, el mundo sería un lugar mejor para todos.

El segundo tipo de amor bien presente aquí es el que se siente por la familia que no es de sangre, sino que se elige. O dicho de otro modo, el que siente por los amigos.

Unos amigos como Jack y Leonardo que, además, son escritores autopublicados, introduciéndose así el amor por las palabras y el poder, una vez más, que estas tienen. Porque la literatura, en más de un caso, además de ser un entretenimiento o un hobby, es algo que trasciende y que por tanto, puede usarse como un arma de denuncia de aquellos aspectos que no son tan bonitos o tan brillantes de nuestra sociedad; de ahí que no los mostremos de manera tan habitual.

Pero además, creo que es una autorreferencia a la situación del autor, quien además, se promociona páginas adelante. Y a su vez, una manera de animar a que los lectores se animen con los autopublicados, porque la calidad de sus obras en más de un caso, no tiene nada que envidiar a los libros autopublicados bajo sello editorial. Sin embargo, como en más de un aspecto de nuestras vidas que tan bien se critica, tendemos a ser bastante clasista para según qué cosas. Lo cual dice mucho de nosotros como sociedad.

Con los amigos también se introduce una situación que es bastante habitual en nuestra sociedad. Y esa no es otra que, indicar que, en muchos casos la amistad puede desembocar en algo que va mucho más allá. Y por eso, a veces, preferimos callar, ante que confesar nuestros sentimientos. Más cuando existe la certeza de que no somos correspondidos.

No lo hacemos porque, en el caso de que la cosa no salga bien, no solo perdemos a un amante, sino a un amigo. Por eso, preferimos callar y ser infelices en lugar de ser valientes y dar ese paso adelante. Aunque también olvidamos que en muchos casos, las mejores parejas son aquellas en las que esos amigos han dado un paso más allá y se han convertido además en amantes.

Eso sí, independientemente del tipo de amor del que estemos hablando, tenemos que tener siempre bien claro y presente que somos el amor más importante de nuestras vidas, así que el amor propio tiene que ser la fuerza matriz que nos mueva. Por eso, aunque quedemos de egoístas a causa de la incomprensión, tenemos que alejarnos de aquello o aquellas personas que nos causen un mal. Así que la decisión que toma un personaje al respecto me ha parecido maravillosa y muy coherente. Incluyendo ahí también el modo en que ha purgado sus demonios. Porque ha cerrado ese capítulo doloroso y traumático de su vida y por tanto, puede pasar página. Nada mal para un escritor.

Por último, hay una enorme presencia del amor romántico, el cual también puede ser tóxico y sano.

En este caso, gracias al personaje que lo experimenta, podemos ver los estragos que puede causar una relación tóxica en nuestras vidas, la cual incluso puede llegar a destrozarla. Y además, también queda muy bien reflejado cómo, esas relaciones suelen estar retroalimentadas de la baja autoestima de uno de sus miembros. De ahí lo fundamental del amor propio anteriormente comentado.

Pero el amor también puede ser sano. Y peculiar, diré además. Porque, si tuviera que definir la historia de amor entre este par, usaría sin duda esa frase que se atribuye a Shakespeare y que es la que indica que el destino es quien reparte las cartas, pero somos nosotros quienes jugamos. O dicho de otro modo, que libre albedrío sí, pero en nosotros está el derecho último de decisión.

Eso sí, tengo que decir que desde el principio de la misma, la relación estaba descompensada porque la comunicación y la confianza, los cuales tendrían que ser pilares básicos en todas y cada una de las relaciones importantes de nuestras vidas. Y por eso, cuando cojean o ambas partes no están implicadas en el mismo porcentaje, esta está abocada al fracaso.

Por eso, he de manifestar mi desconfianza e incredulidad para con este par durante buena parte de la novela, ya que mientras sí que veía que Cindy estaba al cien por cien, no me ha sucedido lo mismo con Dylan. Y esto se debe a que sí que he conocido durante buena parte de la novela el punto de vista ella, mientras que no el de él. Y este es un aspecto que sí que me hubiera gustado saber mucho.

No solo porque, ha quedado demostrado que solo ha aparecido la luz y un cierto grado de empatía y entendimiento para con él durante el escaso momento en que lo ha hecho, sino porque, dado que es él quien ha planeado todo el juego, hubiera sido una perspectiva mucho más interesante y refrescante poder apreciar mejor cómo las reglas, en ocasiones, están para romperse y a su vez, su arco argumental como personaje hubiera quedado mucho más cerrado al poder apreciar poco a poco esa evolución gracias al impacto y la rotundidad de los sentimientos.

Creo que, ese es el motivo pro el cual, si bien me ha gustado, no me ha gustado tanto como había esperado. Y sin embargo, si se hubiera introducido esa doble narrativa, sí que la hubiera podido disfrutar todo lo que la premisa prometía. Más que nada porque, soy una fiel defensora de que, antes de juzgar a algo o a alguien tenemos que conocer todas las versiones de la historia, por boca de los demás pero también por parte de los demás. Porque podríamos sorprendernos y provocar que tengamos que ponernos un puntito en la boca. Sin embargo, al faltarme una tan fundamental... mi valoración, me da la sensación de estar incompleta.

Asimismo, la batalla personal que experimenta Dylan durante toda la novela entre su cabeza y su corazón, los cuales pueden jugar con nosotros todo lo que quieren y más hubiera quedado mejor entendida con la inclusión de un psicólogo, ya que creo que sí que lo necesitaba. Así también se hubiera rendido un homenaje más que necesario a lo importante que es el hecho de tener una buena salud mental para así poder querer bien a los demás.

Y hablando de querer bien a los demás, me ha gustado que el autor advierta cómo, a veces, es muy fácil confundir sentimientos. Y el daño que esa confusión puede provocar. Porque, tenemos que tener bien claro lo anteriormente contemplado en lo que a implicación e interés se refiere. Y sobre todo, que sí que es cierto que el sentimiento puede evolucionar, pero desde casi el inicio queda bien claro la naturaleza del mismos.

Por eso, no podemos obligar a nadie a que nos quiera como nosotros queremos que lo hagan, porque eso es imposición y por tanto toxicidad, pero tampoco estar con nadie por estar, puesto que a la larga, se les causará un daño enorme, a pesar de que esa no fuera nuestra intención inicial.

Para concluir, es muy importante el mensaje que se nos lanza acerca de que tenemos que estar más pendientes de lo que sucede a nuestro alrededor y que dejemos de mirarnos el ombligo de tanto en tanto. Porque toda acción tiene una consecuencia, eso es cierto.

Aunque también es cierto que, una decisión o un error puntual no tiene por qué definirnos como personas para siempre. Más cuando hay voluntad de cambio, ya que el ser humano es evolución por instinto. Por eso, es mejor vivir en lugar de quedarse con las ganas y preguntarse el ¿y si...? que tanto nos corta las alas. Y también lo importante que es conceder segundas oportunidades a la vida. Y a las personas.

Ya que luchar contra el destino, es imposible. Por eso, aunque el camino hacia la felicidad esté llenos de giros, cruces y obstáculos a sortear, merece la pena transitarlo. Porque al final del mismo puede que esté esa mano ganadora que nos otorgue el amor que todos merecemos, siendo así felices en la plenitud de la palabra.

Porque la vida claro que es un juego de azar, pero por eso, conviene tanto encontrar al mejor compañero de partida posible.

¡Gracias por querer colaborar conmigo!

¡Nos leemos pronto!


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