¿Destino o casualidad? de Rosana Samarra

¡Buenas tardes!

La entrada del blog de hoy está dedicada a la opinión de uno de los libros viajeros que han llegado en 
días pasados a mi casa. Como veis, es otra nueva publicación en la que repito encabezamiento, pero, ya avisé de que la dinámica iba a ser similar de aquí en adelante.

En este caso, no es la primera vez que conozco la pluma de la autora. Es más, por eso, decidí apuntarme a este viaje. Y de ahí que, no me vaya a entretener mucho más en la parte introductoria de esta publicación y prefiera dejaros con la sinopsis y mi opinión de ¿Destino o casualidad? de Rosanna Samarra.

SINOPSIS

Unas vacaciones por la Toscana cambiaron mi vida por completo: compré un viñedo en San Gimignano y acepté compartir la casa con Alma, la enigmática propietaria. Mientras nuestra amistad florecía, también crecía mi atracción por Siena, la reservada dueña del viñedo vecino.

Atrapado entre el afecto por Alma y la fascinación por Siena, todo dio un giro cuando Siena descubrió un secreto que lo cambió todo.

Lo que empezó como una simple escapada se convirtió en una travesía emocional, un redescubrimiento de nuestras propias identidades y una prueba de que, a veces, los caminos más inesperados nos llevan a nuestro verdadero destino.

«Una historia de segundas oportunidades. Un amor en la Toscana»

OPINIÓN

Según habéis podido leer por la sinopsis, ya podéis entender otro de los motivos por los cuales me decidí a apuntarme al viaje, ¿cierto? Ya sabéis lo loca que me vuelve una ambientación italiana, más en la Toscana, la cual es casi mi segunda casa mundial.

En esta historia lo que haremos será acompañar a Óliver en su viaje de autoconocimiento y autodescubrimiento, en este caso literal y metafórico, para conseguir la felicidad.

No la consideraría en cambio una novela romántica, porque, de hecho, esta subtrama es la que más floja me ha parecido, ya que no he percibido química entre sus protagonistas - aunque sí interés - y sobre todo por lo precipitado en el desarrollo de la misma, porque parecía que, en más de una ocasión han pasado por encima. Amén de que determinados fallos y errores que han cometido tanto uno como la otra y que han terminado por implicar a terceras personas.

Un aspecto que, de hecho, está relacionado con esto y que me chocó bastante cuando comencé con la lectura de este libro fue precisamente el doble punto de vista. No porque no fuera necesario, ya que al contrario, lo era. Sin embargo, lo lógico hubiera sido que fuera la protagonista femenina de la historia quien nos diera su punto de vista, mientras que es Carla, una secundaria. Es solo al seguir leyendo cuando el lector entiende el motivo por el cual la autora decidió hacerlo así. Y aunque inteligente porque dice mucho sin que seamos conscientes del hecho y arriesgado... personalmente me hubiera gustado que Siena hablase mucho más.

He de decir también que, por la sinopsis me pareció que esta historia iba a ser una novela a mitad de camino entre Bajo el sol de la Toscana, solo que con un protagonista masculino en lugar de femenino y Un buen año protagonizada por Russell Crowe, pero no ha sido así. Porque ha ido más allá. De hecho, ha desarrollado una serie de temas susceptibles de ser desarrollados y profundizados.

Así, de entrada, pone de relieve cómo nuestra sociedad contemporánea ha confundido la felicidad con el hecho de gozar de una buena posición económica, cuando no es así. Porque la felicidad proviene de las pequeñas cosas de la vida cotidiana y que además suelen tener valor inmaterial. Y además, vuelve a ser un error el hecho de asociar ser felices o exitosos con determinados empleos, porque no a todos se nos dan bien las mismas cosas y también, esos empleos de menor preparación o cualificación suelen ser los más necesarios. Entonces, esto dice mucho de nosotros como sociedad y considero que es un palito bienvenido y casi obligatorio para hacernos reaccionar.

Un tema que se también se desarrolla entre sus páginas es que, la vida es una cadena y que la historia se repite. De ahí que sea fundamental una buena relación y una buena comunicación con las personas que están a nuestro alrededor para evitar cometer los mismos errores. Y es que somos herederos de la historia, la cual tenemos que aplicar en el presente de manera correcta para así poder tener un futuro esperanzador.

Y en este sentido, los padres tienen un profundo peso en el desarrollo de una determinada manera de actuar o de proceder ante determinadas situaciones, ya que las circunstancias en las que nos crían tienen un profundo impacto en nosotros, seamos conscientes del hecho o no. Más que nada porque ellos suelen ser el primer espejo en el que nos miramos y a quienes tomamos como punto de referencia inicial.

Por eso, es un error pretender que nuestros hijos vivan sus vidas como las nuestras. Hay que respetar la individualidad de ellos, a riesgo de convertirlos en infelices. Porque la paternidad es difícil, cierto es. Pero padre se hace y no se nace, así que no hay que dar este amor por descontado jamás. Y tampoco pretender que se nos perdone todo lo que decimos o hacemos bajo el amparo del vínculo sanguíneo, ya que no es así. Quien algo quiere, algo le cuesta. De ahí que la metáfora con la viña está muy bien traída.

Amén de que, tenemos que tener bien presentes que, ser padres no es una decisión a tomar a la ligera. Al revés, ha de pensarse muy y mucho el hacerlo, ya que desde el momento en que un niño viene al mundo y forma parte de nuestras vidas, ha de ser la prioridad y por tanto, se le intentará criar en las mejores circunstancias posibles, llenas de amor, cariño y queriendo que se sienta valorado y querido. Por eso, el matrimonio tóxico entre los padres de Óliver tendría que haber tenido una deriva bastante diferente... la vida de su hijo lo hubiera agradecido.

Las apariencias engañan, cierto es. Pero no se puede vivir de ellas.

En el caso de Siena, también son las circunstancias que le toca vivir las que nos permiten darnos cuenta de que estas mismas pueden contribuir a que maduremos o no antes de tiempo. E incluso asumamos unos determinados roles que no nos corresponden. Eso sí, hay que tener bien claro que la madurez no va a asociada a una edad determinada, sino a una personalidad. Y por eso, en más de un caso, es Carla quien es la más madura de las dos. Amén de una Cupido entre poco y nada sutil.

Como estamos hablando de la familia, también se introduce aquí el tema del duelo, el cual como el amor no se puede estandarizar porque es un sentimiento. Y por eso, cada uno lo gestiona de un modo diferente, pero tampoco podemos vivir regodeándonos en él ni ampararnos o usarlo como excusa para dejar de sentir, porque eso es sobrevivir y no vivir. Por tanto, somos infelices. De ahí que, en su caso, es más parecida a Óliver de lo que puede pensar, pero también he echado en falta que acudiera a un psicólogo para tratarse al respecto de esto. En su caso, hubiera enriquecido mucho a su personaje. Más cuando poco a poco va descubriendo las grandes revelaciones que ponen su mundo patas arriba.

Para concluir con el ámbito familiar, he de decir que se desarrolla la sororidad como tema, de un modo muy extenso y detallado. Lo cual es de agradecer porque así tenemos la oportunidad de conocer las dos caras de la misma moneda. Para bien y para mal.

En cualquier caso, con esta queda demostrado que si las mujeres nos apoyásemos más entre nosotras, el mundo sería un lugar mejor para todo el mundo. Por eso, es entrañable la relación entre Carla y Siena y, sin embargo, determinados comentarios que tiene Alma para con su prima ponen de relieve justo lo opuesto. Eso sí, he de decir que, el modo en que queda solucionado está muy bien gestionado y permite que seamos conscientes del hecho que hay que conceder más segundas oportunidades a la vida.

Porque un error no nos define como personas, más si hay voluntad de arrepentimiento y cambio. Y además, así se pone de relieve cuán importante es la comunicación en todos los ámbitos y aspectos de nuestras vidas. Porque el mero hecho de no hacerlo es lo que provoca la aparición de malentendidos, discusiones e incluso rupturas sentimentales. Temporales o permanentes.

Y esa comunicación también se aplica a las relaciones sentimentales, las cuales pueden ser también tóxicas o sanas.

La autora aquí plantea algunos asuntos polémicos, como la infidelidad, con la que yo no estoy de acuerdo y por eso, me ha faltado una mayor explicación en el motivo de la tolerancia, cuando era evidente que no era una mera aventura, sino que iba mucho más allá.

Más que nada porque quien bien te quiere lo hace libre, y por eso, permanecer junto a alguien que no siente lo mismo que nosotros... crea una desigualdad en la pareja que, a la larga, la aboca al fracaso. Por eso, saber dejar ir es, en mi opinión, uno de los gestos más evidentes de un buen amor.

La comunicación es también otro de los pilares básicos de cualquier relación sentimental, de ahí que si no se practica del modo correcto, vuelven a aparecer malentendidos, discusiones o incluso rupturas sentimentales. Incluso a pesar de que no estaba en nuestra intención el hecho de causar ese daño. Como sucede por ejemplo, con Óliver.

En cierto modo también, se pone de relieve la importancia que tienen las relaciones sexuales dentro de una relación sentimental. Pero advierte también de lo erróneo que es quitarles o restarles importancia porque, sí que es cierto que se las prefiere porque tienen una menor implicación y esfuerzo iniciales, pero, a la larga, pueden derivar en algo mucho más profundo a base de repetir tanta intimidad. Y sobre todo, si no se habla a tiempo, el daño ya está creado ya que hemos hecho creer al otro que era amor, cuando era bien diferente.

Y de las relaciones sentimentales, destaco como algo necesario que subraye la falta de respeto como algo negativo que no es un buen amor. Por eso, tolerancia cero con cualquier gesto o actitud en ese sentido. Así que el personaje que lo consiente actúa a posteriori muy bien con el tema de alejarse. Y sirve también para que tengamos muy en cuenta que, si no nos queremos bien a nosotros mismos, no podremos hacer lo propio para con los demás.

Y para ello, nuestra paz mental es fundamental.

Por último, conviene también tener muy presente que la diferencia enriquece y no tiene por qué separar. Por eso, tenemos que rodearnos de personas que sean lo más diferentes a nosotros mismos, ya que así al final estaremos plenos y seremos felices. Que es nuestro objetivo vital.

Y una de las herramientas para ser felices, es la verdad. Porque esta, siempre termina saliendo a la luz. Así que, del mismo modo que no podemos huir de ella, tampoco podremos huir del amor.

Porque aparece dónde, cuándo y con quién menos lo esperamos. Eso sí, para que sea sano y crezca con toda intensidad y beneficio que merece, debemos tratarlo con todo el cariño y el mimo que merece. Como una viña.

El libro ya ha salido en dirección a la siguiente parada.

¡Nos leemos pronto!


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