Tú y otros errores de Isabella Marín
¡Buenas tardes!
La entrada del blog de hoy está dedicada a la opinión de un libro que leí en colaboración con la autora, a quien agradezco enormemente el envío del ejemplar en digital. Pero, sobre todo, que una vez más haya vuelto a confiar en mí para que comparta mis impresiones al respecto de su novela con ella.
Por eso, no me voy a entretener mucho más en esta parte introductoria y prefiero dejaros con la sinopsis y mi opinión de Tú y otros errores de Isabella Marín.
SINOPSIS
No soporto a Daniel el cabrón. Hubo un “incidente” en un motel, algo tan pequeñito e insignificante que, por supuesto, no me ha traumatizado de por vida ni me ha convertido en una soltera empedernida que niega por completo la existencia del amor.
Por favor. Es absurdo. No le concedáis más importancia de la que tiene.
El único problema aquí es que, desde que Demeter, la editora más hija de perra a este lado del Mississippi, nos persuadió a los dos para que formemos parte de un estúpido show televisivo, mis amigos fruncen el ceño más de la cuenta.
En serio, ¿qué creen que voy a hacer? ¿Matar a ese impresentable repeinado en horario infantil?
O, lo que es aún peor, ¡¿besarle?! Puaj, puaj. ¿Estáis locos?
Lo más probable es que deje un rastrillo bocarriba para que lo pise accidentalmente y se haga un chichón enorme en la frente.
Porque la venganza, amigos, tiene nombre de mujer.
En este caso: Lucy.
Muajajajajaja.
OPINIÓN
Antes de comenzar con la opinión propiamente dicha, he de decir que, como todo lector de vecino, hay autores que, apenas ves que sacan un libro ya deseas leerlo. Y con Isabella, si bien no me he leído la bibliografía al completo, con los más recientes sí que me sucede. Más que nada porque suele desarrollar uno de mis clichés preferidos en el mundo, como es el del enemies to lovers. Pero además, en su caso, sabe cómo darle un girito y una vuelta de tuerca a todo para sorprender.
Porque en este caso, ha decidido que todo se desarrolle nada más y nada menos que, en un reality show para escritores. Una decisión que, a priori, puede ser baladí, pero que, personalmente considero de lo más interesante. Porque realiza una comparación entre dos géneros que son de los más consumidos dentro del entretenimiento, uno televisivo y otro literario, pero que, al mismo tiempo, también son de los más vilipendiados. Al menos de cara a la galería, demostrando así la pura contradicción que es el ser humano.
Y es que, en más de un caso, parece que nos da vergüenza asumir o reconocer el público que consumimos reality shows y que leemos novela romántica, cuando no debería ser motivo ninguno de vergüenza. Es nuestro ocio, nuestro tiempo libre y por lo tanto, lo gestionamos y usamos como nos venga en gana.
Así que el alegato a favor de uno y otro me parece necesario y coherente. Más que nada porque, incluso los propios colegas de profesión hacen de menos a los escritores de romántica al considerarlo "fácil" de escribir. Cuando al contrario, también requiere de preparación y planificación como cualquier otra historia.
Amén de que, cuando es una mujer quien se dedica a escribir libros de este género, la crítica y el menosprecio es aún mayor, porque aún el machismo sigue muy presente en nuestra sociedad y es este el que nos obliga a tener que esforzarnos el doble o el triple para demostrar que somos igual de válidas que el resto.
A la vista está y los números no engañan. Hay muchas más escritoras mujeres que hombres y uno de los géneros top en ventas siempre es el de la romántica, así que no conviene que lo menospreciemos, desprestigiemos ni hagamos de menos. Al contrario, tenemos que hacerle el hueco que merece. Más que nada, porque así tendremos bien presente que la diferencia enriquece y no tiene por qué separar. Es más, cuanto más diversos de nosotros sean quienes nos rodeen, más ricos seremos. Ya que nos retroalimentaremos de ellos.
Por eso, nuevamente, esta premisa aparece desarrollada de un modo magnífico en el reality, ya que todos los participantes pertenecen a géneros diversos, siendo bien diferentes entre sí y sobre todo, como la misión que tienen es la de ser granjeros y convertir una granja en un hogar mediante reformas, queda demostrado - eso sí, de un modo más subyacente - que si todos remasen a una, también los escritores - independientemente de su género - podrían obtener la consideración y buena valoración que su profesión merece.
Más que nada porque la literatura es algo que va más allá de un mero entretenimiento o hobbie y por eso, puede servir para abrir los ojos y poner de relieve aquellas partes y aspectos de nuestra sociedad que no son ni tan bonitos ni tan brillantes. Porque, el poder que tienen las palabras es mucho mayor del que podríamos pensar a priori. Y por eso, al igual que con el amor, es un error bastante común y grave, subestimar a unas y otro ya que sus efectos son mucho menos inapreciable. Y con ello, permite su perdurabilidad en el tiempo.
Pero, como nos da miedo exponernos de cara a los demás, preferimos no sentir y no hablar antes que dar ese paso al frente, tomar el control de nuestras vidas, ser valientes y por fin, felices. De ahí que, nuevamente, esa exposición total con el formato reality me haya parecido de lo más inteligente, ya que pone de relieve los beneficios de hacerlo y, a su vez, la cobardía general del ser humano. Tanto hacia uno como hacia el otro tema importante que subyace entre las páginas de una novela.
A mí personalmente, me ha hecho gracia que siendo escritores y por tanto, manejando la palabra a diario, en algunos casos incluso como forma de ganarse la vida, sigan teniendo miedo a comunicarse. Porque también ellos piensan que es un síntoma de debilidad y sobre todo, a nadie le gusta exponerse hacia el otro. Pero, vuelve a quedar demostrado que, tenemos que hablar. De todo y con todo el mundo, porque el hecho de no hacerlo es lo que provoca malentendidos, discusiones e incluso rupturas sentimentales. Totales o parciales.
Que es justo lo que le sucede a la pareja protagonista, la cual se odia. Aunque es cierto que ese "odio" no es recíproco, sino que es más bien por parte de ella. Y a priori, es entendible. Sin embargo, al conocer todas las partes y versiones de la historia, nos damos cuenta - incluyendo nuestra protagonista - de lo erróneo de nuestro comportamiento. Y de cómo, por el mero hecho de no habernos permitido ampliar horizontes, nos ha hecho persistir en nuestro error. Lo cual incluso provoca que no vivamos, sino que sobrevivamos. Ya que, aunque se empeñe en reconocerle, el modo abrupto en que se despidieron la primera vez, ha provocado en cierto modo que Lucy se comporte como se comporta con respecto al sentimiento. Donde casi podría decirse que es un poco tocaya de Lucifer.
Por eso es tan fundamental siempre formarse siempre nuestra propia opinión al respecto. Libre de influjos externos. Porque podríamos sorprendernos y sobre todo, así podríamos darnos cuenta de que, las apariencias engañan y que tenemos que conceder más segundas oportunidades. A la vida y a las personas.
Al mismo tiempo, Lucy también sirve para realizar una radiografía más que acertada de nuestra sociedad en lo que a experimentar sentimientos, porque, hablemos claro, tenemos miedo al amor. Casi por el mismo motivo que tenemos miedo a la comunicación; por el tremendo poder de exposición e incluso control que puede tener el otro sobre nosotros.
Por eso, preferimos distraernos y usar otros mecanismos de interrelación en apariencia menos peligrosos o que supongan tener un grado menor de implicación como pueden ser por ejemplo, las relaciones sexuales. Un nuevo error porque, en cierto modo las menospreciamos y al revés, a base de compartir y repetir intimidad en dichos momentos, se pueden crear y derivar otro tipo de sentimientos más profundos y de un cariz bien diferente. Y si hablásemos, quedaría resuelto. Pero al no hacerlo, una vez más, entramos en esa dinámica de espiral de la pescadilla que se muerde la cola.
Aunque, en este caso, me ha gustado que ella actúe así, puesto que es un comportamiento que, generalmente asociamos a los hombres. Y que por eso, rompe una lanza a favor de nosotras. Porque podemos vivir nuestra sexualidad como nos dé la gana, sin tratar de estandarizar o tampoco imponer. Y sobre todo, me ha gustado porque así, una vez más, pone de relieve cómo la sociedad aún hoy sigue teniendo un doble rasero al respecto de las mujeres. Más que nada, porque acrecienta y pone de relieve, cómo, en más de un caso, la sororidad brilla por su ausencia. Y somos las mujeres quienes menos tolerancia tenemos hacia nosotras mismas y nos criticamos con mucha más crudeza. Más si hay hombres de por medio.
Cuando debería ser al revés, todas deberíamos considerarnos más aliadas y amigas que enemigas porque así sería el mundo un lugar mejor para todos. Buena cuenta de esto lo da Adriana, la escritora de erótica y de la que tengo que decir que, me gustaría que la autora nos contase la historia que tiene con otro personaje secundario, la cual se cuece entre bambalinas. Nunca mejor dicho.
Además de Daniel y el modo en que la deja - un dicho muy típico en español que al parecer se cumplió a rajatabla y que a mí me hizo mucha gracia - Lucy también sirve para poner de relieve cómo las circunstancias en las que hemos sido criados tienen un profundo impacto en nosotros mismos y por eso, nos llevan a repetir y perpetuar comportamientos y actitudes que no son sanos, sino que son bien tóxicos. Y por eso, en el fondo, nos hacen daño.
Por último, no puedo no concluir este post sin decir que todos ocultamos secretos. Con una intención más o menos maliciosa, pero que es un error mantenerlos ocultos, ya que la verdad siempre termina por salir a la luz. Y es más, suele hacerlo en aquellos momentos que pueden considerarse más inoportunos.
Amén de que, sirve para recordar también que, debemos prestar más atención a nuestro alrededor porque, en más de un caso, aquello que más criticamos o menospreciamos es precisamente aquello que envidiamos porque realmente es lo que nos gustaría vivir o experimentar. Pero, como desgraciadamente, más de una persona vive en una jaula de oro - impuesta por la sociedad, cada vez menos tolerante - el objetivo que deberíamos tener en la vida y que es la felicidad, la cual se halla bastante cerca de nosotros... se está convirtiendo cada vez más en algo más difícil de conseguir.
Cuando, son las cosas más simples de la vida las que realmente nos otorgan esa riqueza de valor inmaterial. De ahí que, por ejemplo, no creo que haya nada que iguale la rotundidad de un te quiero. Breve, conciso, pero muy rotundo. Por eso, deberíamos aprender a decirlo más. Sin miedo. A la larga... merecerá siempre la pena.
Como la felicidad, como las segundas oportunidades. De ahí que la reconstrucción de la granja nuevamente sea una metáfora de la segunda oportunidad que les da la vida para conocerse mejor y enamorarse. Y sobre todo, como el amor. Del cual no se puede huir porque aparece, o mejor dicho reaparece, dónde, cuándo y con quién menos lo esperamos. De ahí que no hay que plantarle cara jamás. Ni pretender ocultarlo o disimularlo. Porque sí, no hay más ciego que quien no quiere ver. Y en este caso, frente a cientos de personas, era evidente que estaba complicado mantenerlo oculto.
Porque no es un error. O en su caso, nunca lo fue. O quizás sí, pero en ese caso, sería el mejor error que jamás han cometido.
¡Muchas gracias por querer colaborar conmigo!
¡Nos leemos pronto!
Muchas gracias a ti por esta reseña tan completisima y por hacerle un hueco entre tus lecturas❤️
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